Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 1 de mayo de 2015

BNP Paribas recibe sentencia por violar sanciones de EU


El dictamen se produce después de la firma se declaró culpable en julio de conspirar entre 2004 y 2012 para violar dos leyes relacionadas a transacciones financieras con naciones penalizadas.

BNP Paribas fue sentenciado por una jueza estadounidense a cinco años de pruebas, con relación a un acuerdo extrajudicial récord de 8,900 millones de dólares (mdd) por acusaciones de violar las sanciones impuestas contra Cuba, Sudán e Irán.

El caso constituye la primera vez que un banco global se declara culpable de violar las sanciones económicas de Estados Unidos, de acuerdo con el Departamento de Justicia.

La jueza de distrito Lorna Schofield ordenó formalmente al banco francés una incautación de 8,830 mdd y pagar 140 mdd en multas, como parte de una sentencia que también exigió a BNP Paribas mejorar sus procedimientos y políticas de cumplimiento.

Parte de ese dinero ahora podría ir a las personas perjudicadas por los tres países sancionados.

Las autoridades dijeron que BNP evadió las sanciones contra entidades de Cuba e Irán, en parte al ocultar información sobre transferencias electrónicas a fin de que pudieran realizarse sin ser detectadas por los sistemas regulatorios estadounidenses.

Georges Dirani, consejero general de BNP, dijo a la jueza que el banco aceptó “toda la responsabilidad por su conducta”, y estaba bajo la supervisión personal del presidente ejecutivo, Jean-Laurent Bonnafé, para mejorar de inmediato sus políticas.

El dictamen se produce después de que BNP Paribas se declaró culpable en julio de conspirar entre 2004 y 2012 para violar dos leyes estadounidenses vinculadas a transacciones financieras con naciones penalizadas.

Políticas para el crecimiento económico: Cuba ante una nueva era (I)

Dr. Juan Triana Cordoví y Dr. Ricardo Torres Pérez

1. INTRODUCCIÓN 

Los cambios en el modelo económico cubano han generado una notable reacción en medios académicos cubanos y extranjeros. Al entusiasmo y el escepticismo de los momentos iniciales les sigue una reflexión más profunda y mesurada sobre los temas estratégicos que decidirán el futuro de la nación. Los temas económicos han ganado protagonismo en estos últimos años y dentro de éstos se hace cada vez más evidente la necesidad de un programa de desarrollo donde los temas de crecimiento económico ocupen un lugar privilegiado. Este trabajo trata de contribuir a este debate situando algunos elementos que se consideran esenciales para conformar una estrategia coherente con las necesidades del país y su gente, a la vez que se torne viable en el entorno internacional contemporáneo. 

El artículo está estructurado en cuatro partes fundamentales. La primera es la introducción. En la segunda parte se aborda la relación entre crecimiento y desarrollo, vista desde el ángulo y las particularidades de la economía cubana actual. En la tercera sección se analizan con detalle algunos factores vinculados al crecimiento, a partir de los aportes teóricos y la evidencia empírica disponible. Consecuentemente se avanzan acciones de política para comenzar a corregir los desbalances acumulados y situar al país en una trayectoria de alto crecimiento. Finalmente, en la última parte se resumen las conclusiones. 

2. DESARROLLO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO 

EL CARÁCTER MULTIDIMENSIONAL DEL DESARROLLO 

Más de setenta años después de los estudios seminales sobre el desarrollo (1 )y luego de un énfasis casi exclusivo en temas económicos durante esas épocas iniciales, se ha llegado a entender hoy en día que el desarrollo es un fenómeno multidimensional. Tres de estas dimensiones definen la “sostenibilidad del desarrollo” (económica, social y medio ambiental) y resultan de obligada consideración en el nuevo escenario que Cuba construye. En la experiencia anterior, en especial en la época que se extiende hasta 1990, se asumía la existencia de una estrecha vinculación entre estas tres dimensiones y en los resultados positivos que se esperaban, una concepción que la realidad se ocupó de rectificar. De los noventa en adelante, la dificultad en lograr un equilibrio adecuado entre las tres dimensiones resulta más visible y mucho más costosa de lo que se esperaba en períodos anteriores, por lo que su incorporación ex-ante a la estrategia de desarrollo resulta imprescindible. 

Los retos para asumir de forma plena la sostenibilidad del desarrollo son significativos y están influenciados por el retraso acumulado durante los años ochenta en algunos aspectos del desarrollo que hoy son decisivos (2) ; los relativamente altos estándares alcanzados por Cuba en el ámbito social (PNUD 2011); la condición de pequeño territorio insular con limitados recursos naturales; y una situación económico-geográfica negativa debido al bloqueo de la primera potencia económica mundial, lo cual le impide el acceso al mayor y más próximo mercado del mundo, y limita su participación en los mercados e instituciones financieras internacionales. 

CUBA Y EL DESARROLLO, CINCUENTA AÑOS DESPUÉS. ¿LECCIONES APRENDIDAS? 

De la experiencia de desarrollo de los treinta años que van de 1959 a 1989 es posible sacar un grupo de lecciones (Triana, 2012): 

i. El desarrollo tiene agenda propia. Durante los primeros treinta años después de 1959, se mezclaron las agendas del desarrollo y la construcción del socialismo, obteniéndose en no pocas ocasiones resultados contradictorios. 

ii. Disfrutar de condiciones externas ventajosas no parece garantizar los resultados en pos del desarrollo. Así, una parte importante de las ventajas recibidas a partir de condiciones de inserción especiales (3) no se tradujeron en capacidades productivas que cambiaran radicalmente las características del sector productivo cubano. 

iii. La mejora social debe ser un propósito explícito de la estrategia de desarrollo, pero su sustentabilidad depende de que la misma se traduzca en elevación de la capacidad productiva del país. 

iv. El mercado juega un papel activo en ese proceso; ignorarlo genera ineficiencias que conspiran contra el propósito mismo del desarrollo. 

v. Lo “local” tiene personalidad propia, no es subsidiario de lo “nacional”. 

vi. La exportación y el mercado interno no deben ser considerados como antípodas, sino como fenómenos complementarios de un mismo proceso. Es necesario propiciar que los “sectores dinámicos” generen “derrames” hacia el resto de la economía nacional. 

vii. El aislamiento de las tendencias internacionales de la economía mundial puede generar costos en el largo plazo que sobrepasen los beneficios que se obtienen en el corto plazo. 

viii. La concentración de la dependencia externa se convierte en una debilidad estratégica nociva a los propósitos del desarrollo. 

INSTITUCIONES Y DESARROLLO ECONÓMICO EN CUBA 

Una de las lecciones de los últimos años es que la calidad de las instituciones es relevante para alcanzar el desarrollo (Rodrik, 2000). Se entiende aquí por instituciones, desde las políticas hasta las entidades del estado y la sociedad civil, junto a los mecanismos de regulación de las mismas. 

El Estado y el mercado son probablemente los dos factores más importantes para el desarrollo. El desarrollo no solo requiere de la asignación correcta de recursos y medios, función que el mercado generalmente logra hacer eficientemente, sino que precisa también de la consecución de objetivos para los cuales el mercado no tiene una respuesta suficientemente eficaz (la garantía de oportunidades de acceso a servicios estratégicos para el desarrollo, por ejemplo, educación y salud). En otras ocasiones la contrapartida de una correcta asignación de recursos genera dinámicas que promueven niveles de desigualdad contrapuestos en el mediano y largo plazo con los propósitos del desarrollo. Esto no se debe a fallas del mercado, sino a que son el resultado natural de ese mismo proceso, lo cual justifica y abre espacios a la labor correctora del Estado. 

El proceso de rediseño institucional en Cuba tuvo una primera etapa importante a mediados de los años noventa, cuando se redimensionó el Estado y se redujeron los Ministerios y entidades estatales a prácticamente la mitad (de más de cincuenta ministerios y entidades estatales a menos de treinta). Ese proceso también aspiraba redefinir las funciones de estas instituciones, en especial de los ministerios, para propiciar la “separación de las funciones estatales y empresariales,” objetivo que no fue logrado en aquel momento. 

Mientras tanto, la apertura propiciada desde inicios de los noventa permitió el crecimiento del mercado, no solo por el impulso dado al sector “cuentapropista ” (4) y la apertura al capital extranjero y a empresas comerciales foráneas, sino también por cierta flexibilidad concedida a las empresas estatales que operaban en divisas. 

En este caso, para Cuba concurren varios hechos significativos. Por una parte, la permanencia de un marco regulatorio restrictivo (aun cuando sin dudas a partir de 1993 se produce cierta flexibilización y apertura en la conducción macroeconómica con impactos positivos en el crecimiento). Por otra parte, las distorsiones macroeconómicas generadas y profundizadas a raíz de la crisis de 1990 a 1993, sumadas a la permanencia de prejuicios ideo-políticos respecto al mercado y a la inversión extranjera (tolerados pero no asimilados dentro del funcionamiento “normal” de la economía). Finalmente el peso significativo que cobró desde 1990 la imposibilidad de acceder al mercado norteamericano. Todo esto consolidó un ambiente poco propicio para el crecimiento y la inversión nacional (estatal) y extranjera. 

LA NECESIDAD DE UN AMBIENTE MACROECONÓMICO QUE ESTIMULE EL CRECIMIENTO Y LA INVERSIÓN 

El incremento de la inversión es determinante para alcanzar los resultados perseguidos por cualquier esfuerzo de desarrollo. Esta es una lección aprendida. Asimismo, prácticamente todas las experiencias observadas corroboran la necesidad de garantizar un entorno macroeconómico que estimule el crecimiento, premie a los inversionistas (nacionales y extranjeros) y promueva el derrame de sus efectos hacia el resto de la economía. Si bien el manejo de las políticas transversales resulta decisivo para crear ese ambiente (política fiscal, monetaria, cambiaria,) ellas por sí solo no resultan ser totalmente suficientes. 

Reconociendo que la reforma iniciada en los noventa generó un marco legal para la inversión nacional que lo acercó en algún grado al paradigma de Occidente (Villar y Rodríguez, 2012), al mismo tiempo se identifican peculiaridades del funcionamiento de ese mismo marco legal que limitan su contribución a la financiación de las inversiones, tales como; pobre desempeño de la banca e inexistencia de un mercado de capitales, falta de competitividad de las instituciones bancarias determinado por la excesiva centralización y marcado sesgo cortoplacista de las instituciones bancarias cubanas (Villar y Rodríguez, 2012). Con relación a la inversión nacional se han señalado limitantes de diverso tipo, asociadas a la capacidad efectiva de impulsar un programa masivo de construcciones. Entre éstas se pueden citar: el retraso tecnológico, los problemas de organización, los bajos niveles de calidad e incumplimiento sistemático de los plazos, la desmotivación y escasez de fuerza de trabajo calificada y la descapitalización de la base nacional de producción de materiales para la construcción, entre otros. 

De igual forma la estructura de esa inversión resulta relevante para el desarrollo, aunque cada experiencia resulta particular en cuanto a fuentes y destinos de esa inversión. En este caso, mientras la inversión extranjera fue dirigida hacia objetivos estratégicos del país y tuvo un impacto positivo en las exportaciones y las ventas (Pérez y Vidal, 2012) la inversión nacional no acompañó de forma eficaz a la primera (Figura 1), perdiéndose la oportunidad de internalizar una parte importante de los beneficios asociados a la Inversión Extranjera Directa (IED) y reduciendo considerablemente el efecto multiplicador sobre el crecimiento y el empleo. 


El desarrollo de una política hacia el mejoramiento y modernización de la infraestructura, que reduzca los costos de transacción y contribuya también a la competitividad de productos y servicios, resulta también decisiva. Pese al avance logrado en infraestructura en los años setenta y ochenta en relación a la situación existente a inicios de los años sesenta, (en especial en el desarrollo vial, obras hidráulicas y cobertura del sistema eléctrico) en muchas áreas se había acumulado un déficit cuantitativo y cualitativo significativo. El retraso tecnológico en el sistema ferroviario (5) y en el transporte de cabotaje, la descapitalización de los puertos (6), en las tecnologías y sistemas de almacenamiento y manejo de cargas; el retroceso en el sistema de transporte público, el retraso tecnológico y la baja penetración de la telefonía celular y de la trasmisión de datos (INTERNET), junto a las altas tarifas por su uso, alejan a Cuba de los estándares de competitividad para la región y constituyen desincentivos al crecimiento y la inversión (nacional y extranjera). 

LA “ACTUALIZACIÓN DEL MODELO ECONÓMICO” Y EL DESARROLLO: UNA NUEVA OPORTUNIDAD 

En los noventa, la naturaleza de la crisis económica (7) y la existencia de un entorno internacional más restrictivo, en especial, por el reforzamiento del bloqueo de Estados Unidos, hizo que el esfuerzo se concentrara más en administrar la crisis para garantizar la sobrevivencia. Sin embargo, al menos en el discurso, los propósitos del desarrollo se mantuvieron en la agenda. Un programa heterodoxo que combinó recortes fiscales, anclaje salarial, ajuste importador, dolarización de la economía, tipo de cambio oficial fijo y devaluación implícita del peso cubano en el mercado interno así como una sobrevaluación del tipo de cambio oficial, pérdida del poder adquisitivo del salario, junto a la apertura al capital extranjero; permitieron la sobrevivencia del país pero generaron distorsiones que aun lastran los esfuerzos de crecimiento. 

Lo que distinguió a la política económica fue su enfoque de “administración de crisis”, algo que permaneció inalterable hasta la aprobación de los Lineamientos Económicos y Sociales. Distorsiones macroeconómicas, restricción de balanza de pagos, una alta propensión a importar junto a un sector productivo tecnológicamente atrasado y con altos niveles de ineficiencia así como un fuerte deterioro del salario real son la condiciones bajo las cuales se inicia el esfuerzo transformador del año 2007. 

Existen dos etapas que son perfectamente distinguibles. La primera del 2007 al 2010, donde predomina la administración de la crisis y la segunda, a partir de finales del 2010 (discusión de los Lineamientos) y sobre todo desde principios del 2011 (aprobación de los Lineamientos) donde se abre camino una concepción más abarcadora. La idea de la necesidad de un modelo de desarrollo económico aparece después y es aún una concepción en proceso De ahí la relevancia de las visiones que se puedan aportar a la misma. Hoy se pueden identificar consensos en un grupo de aspectos, algunos evidentes si se atiende a la experiencia internacional, aunque no así para el caso de Cuba: 


  • El desarrollo es una condición necesaria para la sostenibilidad del “socialismo cubano”. 
  • El crecimiento es imprescindible para poder desarrollar el país. 
  • Lograr altas tasas de formación de capital bruto fijo y de inversión es indispensable para crecer. 
  • La inversión extranjera directa es necesaria y juega un papel principal en los esfuerzos de crecimiento futuro. 
  • Políticas productivas deben complementar el esfuerzo de crecimiento. En especial, el cambio de la matriz energética y de la matriz importadora deben ser un propósito explícito de esas políticas. 
  • La modernización de la infraestructura (en especial telecomunicaciones) debe acompañar el crecimiento. 
  • Los sistemas de I+D+i deben ser modernizados y puestos en función del esfuerzo de crecimiento. 

LOS “AGENTES” DEL DESARROLLO: ESTADO, “CUENTAPROPISTAS”, COOPERATIVISTAS, LA “FUERZA DE TRABAJO ALTAMENTE CALIFICADA”. ¿ES POSIBLE UN SECTOR DE INGRESOS MEDIOS COMPROMETIDO CON EL DESARROLLO EN CUBA? 

El rol de cada uno de ellos en el futuro desarrollo de Cuba no está definido en su totalidad. Si bien se ha avanzado en la idea central de que las dinámicas de cada uno deben estar alineadas con el propósito común del desarrollo, la experiencia pasada demuestra que ha existido un comportamiento pendular en cuanto al rol de esos diferentes agentes. 

Aceptando que en la actualidad ese comportamiento pendular está superado y que por el hecho mismo que de lo que se trata es de desarrollarse para consolidar el socialismo cubano, entonces parece lógico que sea el Estado quien lidere el proceso y consiga alinear junto a él al resto de los actores. Se reconoce sin embargo, que es un proceso preñado de dificultades e incertidumbres que a la vez requerirá de un fino diseño del marco legal correspondiente. 

Pero lo realmente novedoso es el papel de un, ya hoy incipiente, sector de ingresos medio en ese proceso de desarrollo. En la actualidad se reconoce el rol positivo de la clase media en los procesos de desarrollo en diferentes países y regiones (Ferreira, Messina y Rigolini, 2012). En el caso de Cuba el asunto se torna más complejo pues las características socio-económicas y políticas específicas obligan también a pensar en un “sector de ingresos medios” diferente al de otros países latinoamericanos, no solo en cuanto al origen del mismo, sino también por los roles que debe jugar en ese proceso de modernización económica. 

El rol de las clases sociales en la Revolución cubana es sin dudas un tema aun polémico (Rodríguez, 1983). Más de cuarenta años después de que prácticamente desaparecieran de la realidad nacional aquellos segmentos sociales que podrían ser calificados como clase media, este proceso de actualización que hace hoy a los actores sociales cubanos “menos iguales” (Castro, 2013) abre espacios para una “diferenciación social relativamente nueva”, compatible con los propósitos del crecimiento y del desarrollo. Se trata pues de saber cuan viable es el nacimiento, consolidación y expansión de una suerte de sector de ingresos medios en la nueva estructura socio -económica cubana y cuál debe ser la cualidad que lo distinga al igual que a sus “actores principales.” En caso afirmativo, entonces resulta necesario formular políticas que permitan la integración virtuosa de ese nuevo sector social a esta nueva agenda de cambios. 

DEL CAMINO A LO DESCONOCIDO HACIA UNA VISIÓN DE PAÍS: ¿QUÉ SIGNIFICA LA PROSPERIDAD EN CUBA? ¿CUÁLES SON LOS RETOS DE LA SOSTENIBILIDAD? 

Si el desarrollo es siempre un proceso con un grado elevado de incertidumbre, en el caso particular de Cuba, este proceso se inscribe dentro de otro, también de elevada complejidad que consiste en mantener/consolidar el socialismo cubano, meta que de alguna manera, en sus inicios, fue calificada por el liderazgo político como un “camino hacia lo desconocido”. 

El avance hacia el desarrollo generalmente pasa por una construcción ex antes acerca del país que se desea tener. Al respecto se han producido aproximaciones hacia el paradigma deseado desde el propio liderazgo político, que ha construido una visión de país como “una sociedad socialista prospera y sostenible (Castro, 2012), menos igualitaria pero más justa” (Castro, 2013). Esta es la aproximación más reciente a ese futuro deseado, que dibuja sus contornos pero no define los detalles. De ahí que decodificar los detalles de los componentes de esa visión sea un ejercicio imprescindible en la proyección futura del país. 

¿Qué definirá concretamente al socialismo cubano desde la economía? Una interpretación de los hechos recientes llevaría a adelantar que la propiedad y la gerencia estatal de los sectores claves así como de las principales empresas, junto a la expansión de los sectores privados, cooperativos y de capital extranjero, han resultado en un manejo mixto de la economía (un tipo de planificación diferente a la actual más la incorporación activa del mercado) con apoyos directos y decisivos del Estado para la salud y la educación. Estos elementos parecen constituir el núcleo central de ese futuro socialismo, que tiene como elemento inalienable conservar la independencia. 

¿Qué significa un país próspero en el caso de Cuba? La relativa ambigüedad del concepto (porque supone un componente subjetivo importante asociado a la percepción de las personas) obliga a buscar algunos elementos que precisen la respuesta. 

Uno de esos proxies pudiera ser el Índice de Desarrollo Humano y algunos de sus componentes (8), cuya evolución se observa en la figura siguiente (Figura 2). Varias lecturas pueden hacerse de la trayectoria del indicador para Cuba, pero todas ellas confirman la necesidad de complementarlo con otros indicadores, en especial si se le compara con la evolución de las tendencias económicas y sociales del país. La primera comparación resalta el contraste entre la mejoría de este indicador y el relativo estancamiento de la tasa de crecimiento del PIB per cápita en estos mismos años y el deterioro del salario real que se experimenta en ese mismo período (Vidal, 2013). Un segundo elemento que cuestiona los resultados de este índice, es el hecho de que, incluso en los años noventa, en los que el PIB sufrió una caída significativa, el IDH no solo no se deterioró, sino que mejoró. El IDH mejoró a pesar de que se produjo un deterioro generalizado de indicadores de eficiencia económica y de calidad de vida, tales como el disminuido acceso a los alimentos y la calidad de los mismos, así como los del transporte e igualmente el descenso de la generación eléctrica y el incremento del desempleo encubierto. 



El nivel de acceso a empleos que se correspondan con la calificación de la fuerza de trabajo y mejoren su rendimiento, que tengan una remuneración adecuada; así como el nivel de acceso a servicios modernos, podrían incluirse dentro del concepto de prosperidad, al igual que el grado de equidad en la distribución del ingreso. A diferencia de América Latina, Cuba ha alcanzado altos estándares de igualdad. El camino al desarrollo, en este caso, debe compensar los excesos de igualdad con mejores estándares de consumo privado, en especial asociado el aumento del consumo en términos absolutos y el acceso a servicios públicos de mejor calidad. 

En el caso de la sostenibilidad (9)(característica o estado según el cual puede satisfacerse las necesidades de la población actual sin comprometer la capacidad de generaciones futuras o poblaciones de otras regiones de satisfacer las suyas propias) la condición de territorio pequeño e insular impone sin dudas un reto significativo (10). 

Sin embargo, otros indicadores de sostenibilidad señalan el fuerte reto de Cuba en su camino hacia el desarrollo. La dinámica demográfica del país, la disponibilidad y uso del agua y de la tierra arable, por ejemplo, aportan otra perspectiva a los retos de la sostenibilidad en Cuba que de una u otra manera apuntan hacia un mejor uso de los recursos existentes así como a la mejora de los niveles tecnológicos y de organización que hoy tiene el país, aunque en el mediano y largo plazo indican la imperiosa necesidad de lograr “saltos tecnológicos” significativos que permitan crear mejores condiciones para alcanzar esa sostenibilidad. Sin dudas una política que estimule el crecimiento y permita alcanzar estas metas de prosperidad y sostenibilidad resulta decisiva en el futuro inmediato de Cuba. 

Notas


(1) Se refiere a los pioneros de los estudios que conforman el surgimiento de la “economía del desarrollo”, entendida como la subdisciplina científica que se ocupa del estudio de las economías de los países menos desarrollados, es decir, de las condiciones, características y políticas de desarrollo económico de dichos países. Entre esos autores se puede citar a Rosenstein-Rodan, Nurkse, Singer, Lewis, Gerschenkron, Myrdal, Hirschman, Scitovsky, Perroux, Rostow, Myint y Prebisch. 

(2) Tales como: inserción internacional, desarrollo productivo, incorporación de I+D+i a la producción y los servicio; uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, acceso a circuitos logísticos y de transporte a escala global, entre otros. 

(3)Se refiere los beneficios que disfrutó el país como uno de los miembros más atrasados del Consejo de Ayuda Mutua Eonómica (CAME). Entre ellos estuvo el acceso preferencial a estos mercados, precios atractivos para los principales productos de exportación (azúcar, níquel, etc.); créditos con bajas tasas de interés y períodos largos de amortización; renegociación de deudas vencidas; asistencia técnica en ciencia, deporte y arte; entre otros. 

(4) Este es el sector de la pequeña empresa privada en Cuba, que solo puede operar en actividades establecidas por el Gobierno, mayormente servicios simples y pequeña producción artesanal. 

(5) Como parte de la política trazada en los lineamientos hoy se acomete un proyecto de modernización de las vías férreas del país. 

(6) Están en curso tres proyectos de modernización de puertos, uno en Mariel, otro en Santiago de Cuba y otro en Cienfuegos. 

(7) La mayoría de los especialistas coincide en que la crisis que se inicia después de 1989 fue el resultado de una combinación de causas internas y externas. Entre las primeras se pueden citar principalmente el agotamiento del modelo de crecimiento y las limitaciones del sistema de dirección de la economía. Por ejemplo, entre 1986 y 1989, el incremento acumulado del PIB fue nulo. Dentro de los factores externos se encuentran el notable deterioro del entorno económico internacional desde mediados de la década del ochenta, especialmente en lo referido al acceso de Cuba a los mercados financieros internacionales, y el colapso de la Unión Soviética en 1991. 
(8) Pero debe entenderse que es solo una primera aproximación y que no se reduce a este Índice. 

(9)Se utilizan los valores del Informe sobre el desarrollo humano: sostenibilidad y equidad, p.164. 

(10) Atendiendo el referido estudio de Naciones Unidas, la huella ecológica cubana es 1,9 (PNUD, 2011) mucho menor que la de otros países con niveles parecidos ING per cápita, pero el consumo de combustibles fósiles con relación al total es prácticamente el 90% y la contaminación urbana también resulta relativamente alta. En otros, como la emisión de gases de efecto invernadero por habitante, superficie forestal y su variación, los indicadores son relativamente favorables. Otro ángulo del análisis es referir estos indicadores no a la población sino a la capacidad productiva del país. 

Continuará

IGNACIO RAMONET / China, megapotencia financiera


IGNACIO RAMONET / Le Monde Diplomatique – Contrariamente a lo que muchos piensan, China se halla aún lejos de representar un auténtico rival para Washington. En 2015, Estados Unidos sigue ejerciendo una indiscutible dominación hegemónica sobre el planeta. Tanto en el dominio militar (fundamental) como en varios otros sectores determinantes, en particular el tecnológico (Internet) y el soft power (cultura de masas). Lo cual no significa que China no haya realizado prodigiosos avances en los últimos treinta años. Nunca en la historia, ningún ­país creció tanto en tan poco tiempo.

Sin embargo, el “Imperio del medio” sigue siendo un Estado ‘emergente’, con gigantescas bolsas de pobreza en diversas zonas del interior y con un Producto Interior Bruto por habitante (PIB/per capita, en 2013) de apenas 6.800 dólares, semejante al de, por ejemplo, Namibia, República Dominicana o Perú; muy inferior al de, por ejemplo, España (30.000 dólares), Francia (42.000) o Estados Unidos (53.000). Pero su masa demográfica es tan enorme (casi mil quinientos millones de habitantes) que su peso económico global está alcanzando niveles inauditos. De hecho, desde diciembre de 2014, en términos de poder adquisitivo global de su población, China es ya la primera potencia económica del planeta. Su economía representa el 16,5% de la economía mundial, frente al 16,3% de Estados Unidos que ocupaba ese puesto de “primera potencia económica” desde 1872…

Poco a poco, y a pesar de sus considerables flaquezas, Pekín va configu­rándose efectivamente como la única potencia capaz de establecer, a medio plazo, una verdadera ‘rivalidad estratégica’ con Washington. El presidente Barack Obama no se equivoca cuando identifica a China como el país que podría disputarle a Estados Unidos –en la segunda mitad del siglo XXI–, su hegemonía planetaria.

En esa perspectiva, decidida a rivalizar con Estados Unidos en un sector en el que éstos aparecían como intocables, China acaba de abrir un nuevo frente, esta vez contra el poderío financiero norteamericano. Con la reciente creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés) –al que España se adhirió el pasado 14 de abril–, Pekín aporta una nueva prueba de sus ambiciones.

Este Banco quiere rivalizar nada menos que con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, o sea las dos principales instituciones financieras planetarias creadas bajo los auspicios de Washington al final de la Segunda Guerra Mundial en el marco de los Acuerdos de Bretton Woods (1) y controladas desde entonces por Estados Unidos y el campo occidental. El AIIB competirá además con el Banco Asiático de Desarrollo (BASD, por sus siglas en inglés), creado en 1966, y muy controlado por Japón. Por eso, ni Tokio, ni Washington se han adherido –por ahora– al AIIB aunque han fracasado rotundamente en su intento por disuadir a sus principales aliados de hacerlo.

El plazo impuesto por Pekín para ser “miembro fundador” del AIIB se terminaba el pasado 31 de marzo. Y a esa fecha ya se habían adherido unos 57 países, entre ellos los BRICS (Brasil, Rusia, la India y Sudáfrica), así como algunos de los principales socios de Estados Unidos como Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Países Bajos, Australia, Corea del Sur, Israel, etc. Lo cual constituye una enorme victoria diplomática de Pekín y un paso más en la vía para imponerse como potencia financiera internacional.

La creación del AIIB es asimismo la consecuencia de las críticas constantes contra el FMI, y que este organismo no ha sabido corregir. En particular en lo que concierne al voto. Como se sabe, para adoptar una decisión importante en el seno del FMI es necesario el 85% de los derechos de voto. Lo cual significa que Estados Unidos (que dispone del 16,74% de los votos) posee en realidad un derecho de veto. La Unión Europea también, si todos sus miembros (que disponen, juntos, de más del 30% de los votos) se unen. Mientras que, por ejemplo, China sólo tiene el 3,81% de los votos, la India el 2,81% y Brasil el 2,50%…

Este sistema tan inequitativo de votación permite que el FMI sea, desde 1945, un ‘agente objetivo’ del capitalismo en su versión ultraliberal, partidario a ultranza de las privatizaciones, de los ‘ajustes estructurales’ (como el que se le impuso a América Latina y África en los años 1980 y 1990, y que se le impone hoy a Grecia), de la desregulación financiera y de la desregulación del trabajo.

Además, bajo el pretexto de “lucha contra la corrupción” y “de promoción de la moralidad financiera”, el Banco Mundial y el FMI (cuyos dos precedentes Directores gerentes fueron Rodrigo Rato y Dominique Strauss-Kahn…) se niegan a favorecer las inversiones para el desarrollo de las infraestructuras de muchos países emergentes.

En el nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) ningún Estado, ni siquiera China, tendrá derecho de veto. Por vez primera, en un proyecto financiero de esta envergadura, las grandes potencias occidentales sólo dispondrán de un papel secundario. Mientras que el papel de los actores regionales será ­determinante.

El AIIB surge también, en el marco de una arquitectura financiera mundial alternativa, como una pieza que se añade al Banco de Desarrollo de China (creado por Pekín en 1994) y que le acaba de prestar 3.500 millones de dólares a la empresa estatal brasileña Petrobras, muy afectada por la caída de los precios del petróleo y por un enorme escándalo de corrupción (2). Y al Nuevo Banco de Desarrollo BRICS (New Development Bank BRICS, NDB BRICS) (3), creado el 15 de julio de 2014 con ocasión de la VI cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica) que tuvo lugar en Fortaleza (Brasil). La sede del NDB BRICS está –no podía ser de otra manera– en Shanghái (China) y su capital inicial es de 100.000 millones de dólares. Sus principales objetivos son: favorecer una mayor cooperación financiera y fomentar un mejor desarrollo de los Estados emergentes. O sea, los objetivos del Banco Mundial… Otro de sus propósitos, reivindicado por Pekín, es reducir la dependencia de estos Estados con respecto a los bancos crediticios occidentales y al dólar.

La batalla de la moneda es otro aspecto de la ofensiva china por la hegemonía mundial. De tal modo que, por ejemplo, todos los financiamientos realizados por el Banco AIIB este año, unos 50.000 millones de dólares, lo son en yuans chinos. Las reservas de Pekín en divisas extranjeras ascienden a 3,7 billones de dólares… Pero las fluctuaciones del ‘billete verde’ estadounidense y las flaquezas del euro hacen que China desee disponer de su propia divisa, y quiera imponerla como divisa internacional. Más de un millar de bancos en unos 85 países utilizan ya el yuan en sus transferencias. En África, el yuan es, desde hace tiempo, un instrumento fundamental de la política china de inversiones. Nigeria, Ghana, Zimbabue y Sudáfrica, por ejemplo, son algunos de los países que han adoptado el “billete rojo” como moneda de pago internacional y de reserva. El volumen de los intercambios comerciales de Pekín con los países africanos alcanzó, en 2014, unos 200.000 millones de dólares, o sea más del doble de los intercambios de África con Estados Unidos (4).

Con América Latina también se han incrementado de manera espectacular los intercambios comerciales (entre 2000 y 2013, se multiplicaron por 22). En 2013, el volumen comercial total China-América Latina alcanzó los 275.000 millones de dólares. Y se estima que esta cifra se duplicará al finalizar esta década. En los próximos diez años, China invertirá 250.000 millones de dólares en América Latina, anunció el presidente  Xi Jinping, en enero pasado en Pekín, durante el primer Foro Ministerial entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Las cifras de los créditos chinos a América Latina son menos destacadas, pero también reflejan la inaudita expansión de la potencia financiera asiática y sus intereses prioritarios en petróleo, minerales y productos agrícolas. De 2005 a 2014, esos créditos sumaron 119.000 millones de dólares. Y de ese total, casi la mitad (56 300 millones de dólares) se concedió a Venezuela, que posee las mayores reservas de hidrocarburos del mundo. Le siguen Brasil y Argentina, grandes exportadores de soja, con 22 000 y 19 000 millones de dólares, respectivamente (5).

Desde el inicio del siglo XXI, China viene aumentando sus inversiones directas en el exterior, alcanzando una media de 200.000 millones de dólares al año. Su potencia de fuego inversionista sigue siendo menor que la de Estados Unidos (367.000 millones de dólares en 2012), pero ya le está empezando a morder los talones. Con cierto “pánico estratégico”, Washington ve acercarse la hora en que China se impondrá también como megapotencia financiera.

Notas:

(1) Los Acuerdos de Bretton Woods se firmaron al final de una Conferencia internacional que reunía a los cuarenta y cuatro países aliados y que tuvo lugar en esa ciudad estadounidense de New Hampshire del 1 al 22 de julio de 1944. Ampliamente inspirados por el economista británico John Maynard Keynes, los Acuerdos dibujaron las grandes líneas de lo que sería el Sistema financiero internacional después de la guerra, organizado en torno al dólar; y crearon dos influyentes organismos: el FMI y el Banco Mundial.

(2) Cf. L’Agefi, París, 22 de abril de 2015.

(3) Les Echos, París, 14 de julio de 2014.

(4) Le Monde, París, 15 de abril de 2015. (5) Léase, Mario Osava: “China penetra en América Latina con créditos a países en penurias”, IPS, Roma, abril de 2015.

La distribución del ingreso en América Latina: teorías, medición, comparaciones, tendencias, causas y políticas





Salvo el África subsahariana, América Latina es la región del mundo con mayor desigualdad en el ingreso; esta se ha ido reduciendo desde comienzos de siglo pero sigue siendo la peor (CEPAL 2012)(1). Dicha desigualdad implica la concentración del ingreso (salarios, dividendos, rentas, intereses, pensiones, transferencias) en un porcentaje pequeño de personas u hogares, mientras que la mayoría recibe un ingreso proporcionalmente mucho menor. Aunque relacionada, no hay que confundirla con la desigualdad de la riqueza referida a la distribución del capital (propiedad inmobiliaria y mobiliaria, inversiones en acciones y bonos, ahorros, fondos de retiro, depósitos bancarios) entre la población, substrayendo las obligaciones. Este artículo resume las teorías económicas sobre la distribución del ingreso, mide el grado de desigualdad entre los 18 países latinoamericanos que tienen información, muestra su reducción en el último decenio y el aumento en 2012-13, identifica las causas de la desigualdad, y discute las políticas públicas para enfrentar el problema.

Teorías 

En la teoría económica clásica (con su extremo en laissez-faire: “dejar hacer, dejar pasar, el mundo camina por sí solo”), la distribución del ingreso es producto de las fuerzas de mercado a las cuales hay que dejarlas solas. En la neoclásica, la desigualdad resulta de la diversa productividad de grupos de trabajadores: altamente pagados los profesionales y mal pagados trabajadores sin cualificación. Pensar en que puede alcanzarse una distribución del ingreso óptima implica “un juicio de valor”. Los neo-liberales argumentan que la concentración del ingreso es saludable porque permite la acumulación de capital, aumenta la inversión, crea más empleo y genera crecimiento; además, el “goteo” (trickle down) sube el ingreso de los grupos medio y pobre, así que trabaja en pro del bienestar social general. Si el Estado se entromete y reduce la desigualdad, se rompe ese círculo “virtuoso”: surgen desincentivos para la inversión y creación de empleo y se desacelera el crecimiento. 

Los supuestos clásicos y neoclásicos mantuvieron la abstención del Estado que provocó y agravó la Gran Depresión, con la subsiguiente intervención estatal en la mayoría del mundo influenciado por el keynesianismo. Este duró hasta los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino Unido (1979-90) y Ronald Reagan en EEUU (1981-89), que auspiciaron el regreso al neoliberalismo. La Gran Recesión trajo la crítica a las políticas del Banco Mundial y el FMI, el “rescate” por el Estado, una mayor regulación, etc. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía por su obra sobre desigualdad distributiva, argumentó que esta engendra excesivo poder económico-político en los más afluentes (beneficiados por recortes de impuestos y menos regulación, a la par que la clase media y baja es golpeada por la rebaja del gasto social); además, la globalización ha contribuido a una mayor desigualdad y debilitado al crecimiento. Si la distribución se torna muy desigual, una masa importante de la población reduce su consumo porque no tiene recursos, mengua la demanda y afecta al empleo y el crecimiento, un “círculo vicioso” que aumenta la desigualdad. Una economía de mercado necesita de la regulación y supervisión del gobierno, en vez de un Estado “subsidiario” al mercado, como clama el neoliberalismo. Los países que han implementado políticas sociales públicas apropiadas, han creado empleo y crecimiento, a la par que reducido la desigualdad (Stiglitz 2012; Krugman 2014). La ODCE (2014) acaba de reafirmar que una reducción de la desigualdad en el ingreso fomenta el crecimiento. 

La teoría marxista sostiene que el capitalismo produce una creciente desigualdad en el ingreso, debido a que las empresas sustituyen a los trabajadores por máquinas (automatización) para reducir costos, con un aumento de la productividad por trabajador y de las ganancias capitalistas, pero con consiguiente alza del desempleo, mientras que los salarios se mantienen bajos por la excesiva mano de obra. El resultado final es la concentración del capital en cada vez menos manos y la expansión de la miseria, lo cual eventualmente conduce a la revolución del proletariado. En la primera etapa del socialismo se aplicaría la fórmula “de cada uno según su habilidad y a cada cual de acuerdo con su trabajo” por lo que se mantendrían las diferencias del salario monetario, aunque habría un “salario social” en expansión (beneficios otorgados por un Estado que iría desapareciendo con el tiempo). En la etapa superior del comunismo, se aplicaría la formula “de cada uno según su habilidad y a cada cual según sus necesidades”, pero esta sólo se aplicó por un breve período en la URSS (Comunismo de Guerra) y en la China de Mao (El Gran Salto Adelante) con resultados adversos. 

En Cuba, una facción en el debate ideológico de 1964-66 aspiró a saltar la etapa socialista y entrar en la comunista. Posteriormente Fidel lo intentó en el ciclo “idealista” de 1966-70, con medidas como el igualitarismo salarial, la reducción de incentivos materiales e incremento de los morales (creación del “hombre nuevo”), la expansión del racionamiento y de los servicios sociales gratuitos, y el trabajo voluntario. Se congelaron los salarios altos y se subieron los bajos con la meta de igualar el salario (“ya sea un ingeniero o un cortador de caña”), así la diferencia entre el salario más bajo y el más alto se redujo de 3.6 por 1 a 2.6 por 1, el inferior en la región. Esta política fue perjudicial porque melló los incentivos y el esfuerzo laboral: si mi ingreso es bajo, parecido al de los otros trabajadores y no está atado a la productividad sino a escalas salariales y normas de producción impuestas centralmente por el Estado (supuestamente conectadas con el cumplimiento de las normas, pero creando enormes distorsiones en la práctica) no vale la pena esforzarse. Además, el salario promedio era suficiente para comprar todos los bienes racionados y disponibles trabajando sólo dos semanas. Todo esto provocó el ausentismo de un quinto de la fuerza de trabajo, lo cual junto con el fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas, indujo una recesión. En 1971-85, se criticó el igualitarismo salarial y se defendió la necesaria diferencia en el salario de acuerdo con la fórmula socialista de distribución del ingreso. Otro intento de igualitarismo, pero no tan fuerte, sucedió durante el Proceso de Rectificación (1986-90) que terminó con resultados económicos también adversos, agravados después por la desaparición de la URSS. En el medio de la crisis comenzaron reformas modestas y se fueron expandiendo las desigualdades en el ingreso que continúan hoy con las reformas estructurales en curso (Mesa-Lago 2002, 2012; véase la entrevista a Mayra Espina).

Medición, Comparaciones y Tendencias 

Las mediciones normalmente se basan en encuestas de hogares tomadas en países latinoamericanos. Las comparaciones entre países son afectadas de manera significativa por varios problemas que subsisten a pesar de los esfuerzos de la CEPAL para aliviarlos: 1) la diversa veracidad de las encuestas; 2) su actualidad, porque hay países con encuestas en 2013 pero en otros datan de 2006-2010; 3) la ausencia total de encuestas en un par de países; y 4) evidencia científica de que algunas cifras oficiales subestiman la realidad. 

Las encuestas ofrecen datos para 18 de los 20 países latinoamericanos entre 1990 y 2013; las cifras más recientes de Guatemala, Nicaragua y Honduras son respectivamente de 2006, 2009 y 2010; no hay información de Haití que probablemente es el más desigual, ni de Cuba que nunca ha publicado estadísticas de distribución del ingreso(2). La desigualdad puede medirse por hogares y para toda la población, la primera es normalmente más baja que la segunda porque dentro de un hogar puede haber personas con diverso ingreso con un efecto compensatorio (el Cuadro se refiere a toda la población). 

La medición de la desigualdad más usada es el coeficiente de concentración Gini; un valor de 1 es desigualdad absoluta (una persona tiene todo el ingreso y el resto cero) mientras que un valor de 0 es igualdad absoluta (todos reciben el mismo ingreso). De hecho, los países se colocan entre los dos extremos, como coeficiente de 1. El Gini promedio en América Latina descendió de 0.542 a 0.486 entre en 2002 y 2013 (CEPAL 2014b). El primer segmento del Cuadro 1 muestra el rango del Gini en la región: 1) los países de menor desigualdad (0.383 a 0.468) eran Uruguay, Venezuela, Perú, El Salvador y Ecuador; 2) le seguía un grupo intermedio (0.472 a 0.512) Bolivia, Argentina, Nicaragua, México, Chile y Costa Rica; y 3) los más desiguales (0.522 a 0.585) eran Paraguay, Panamá, Colombia, R. Dominicana, Brasil, Honduras y Guatemala. 


Cuadro 1. Evolución de la Desigualdad en la Distribución del Ingreso en América Latina: 1989-2013
a) Ordenados por la cifra de 2013 o la más reciente disponible; no hay data de Cuba y Haití. b) Los valores de 2011-12 no son comparables con años previos. c) 2010. d) 2009. e) 2006. f) El 10% más rico dividido por el 10% más pobre en 2013 o 2012.
Fuente: Elaboración del autor basada en CEPAL, 2012, 2013, 2014a, 2014b. 

Otra forma de estimar la desigualdad es comparando los quintiles (20%) más rico y más pobre. En 2012, el 20% de los hogares más ricos en América Latina captaba el 47% de los ingresos totales mientras que el 20% de los hogares más pobres recibía sólo el 5% (CEPAL 2014a). El segundo segmento del Cuadro 1 exhibe un rango de desigualdad en la población por deciles: el 10% más rico captaba entre 7 y 28 veces lo que recibía el 10% más pobre. Con este método, los dos países más iguales y los cuatro más desiguales se ordenaban igual que con el Gini, había otros con igual o similar ordenamiento pero con cambios notables en otros: Bolivia desciende del 6 al 11 lugar, Perú del 3 al 6 y Nicaragua del 8 al 10, mientras que Paraguay asciende del 15 al 5(3).

La comparación del Gini entre 1989-93 y 2013, indica que en la gran mayoría de los países la desigualdad alcanzó su cénit ya sea en 1998-99 o en 2001-03, con una tendencia creciente por al menos dos decenios. En el nuevo siglo hubo un crecimiento adecuado en la región acompañado de una mejora distributiva: entre 2001-03 y 2011-12 todos los países lograron una reducción en el Gini, salvo Costa Rica que aparentemente empeoró(4). El Gini se redujo en alrededor de un 1% anual en 10 países y no aumentó con la crisis financiera global de 2008-09 (CEPAL 2012). Sin embargo, entre 2011 y 2013 acaecieron aumentos del Gini en todos los países con información disponible salvo en Perú, Chile, Panamá, Colombia y Brasil, donde continuó el descenso (ver Cuadro 1). En 2014 ocurrió una desaceleración económica lo cual probablemente impulsó el crecimiento del Gini y a una reversión en los logros alcanzados en mejorar la distribución.

Se aduce que la desigualdad regional, medida por el Gini, subestima la situación real por tres razones: 1) se basa en encuestas de ingresos salariales y no en encuestas de gastos; 2) los ingresos excluyen el 1% más rico y, al agregarlo basado en declaraciones de impuestos, aumenta la desigualdad; y 3) igual efecto genera el no tener en cuenta la diferencia en las canastas de consumo de los ricos y los pobres. Estos ajustes incrementan el valor del Gini pero exhiben la misma tendencia analizada antes (World Bank 2014).

Mientras en América Latina hubo un mejoramiento en la distribución hasta 2012-13, sucedió lo opuesto en muchos países desarrollados. Durante los últimos 50 años, en la ODCE (que comprende 34 naciones desarrolladas con cuatro grupos diversos), la desigualdad creció siete veces y el promedio del ingreso del 10% más rico de la población es ahora nueve veces el promedio del 10% más pobre(5). En los últimos 30 años, la desigualdad del ingreso ha crecido también en los EEUU: el 1% de los ciudadanos controla el 40% de la riqueza del país, y la desigualdad es muy superior al promedio de la ODCE (2014). Por otra parte, los países escandinavos y Suiza han logrado combinar el crecimiento con un Estado de Bienestar con mayor equidad social.

Causas 

Aunque hay diferencias entre los países, el factor que más contribuye a la distribución del ingreso en la región es la desigualdad originada en el mercado de trabajo, por la disparidad del ingreso laboral de los ocupados. Además el trabajo informal, aunque diverso, tiende a recibir un bajo ingreso y a estar desprotegido de la seguridad social. Otra causa es la desigualdad educativa (a menor educación mayor ingreso y viceversa); en los países menos desarrollados la mitad de los ocupados con más de 25 años sólo ha estudiado 6 años; es frecuente que el grupo de mayor ingreso envíe sus hijos a escuelas privadas de mejor calidad y los más pobres van a escuelas públicas de muy bajo nivel. 

Un tercer factor es la ausencia de protección del grupo de bajo ingreso por la seguridad social: sin acceso a pensiones ni a atención de salud (lo que provoca un alto “gasto de bolsillo”). Además hay la “brecha de equidad” al nacimiento: la riqueza heredada hace que las personas nazcan con una importante ventaja (oportunidades tempranas en la vida, mejor educación, capital para invertir) sobre aquellas cuyos ascendientes carecen de bienes valiosos y por ello arrancan con una desventaja. Otras causas son: un sistema tributario regresivo que carga impuestos de forma desproporcionada al grupo de ingreso bajo (por ej., con impuestos al consumo), el bajo y estancado salario mínimo, la discriminación por género y etnia, y la disminución de la sindicalización que ha reducido el poder negociador de los trabajadores frente a los empleadores (en la mayoría de las Américas, pero no en la mayoría de Europa Occidental). 

Por último, el cambio tecnológico y las asimetrías en la globalización han contribuido a la desigualdad mundial y dentro de los países (los beneficios del crecimiento no han sido distribuidos equitativamente). El desarrollo colosal de China y otras naciones con bajo costo de la mano de obra ha insertado a miles de millones de trabajadores en la economía global, reforzando la competencia y reduciendo el valor del trabajo no cualificado y los precios, pero aumentando el valor del trabajo cualificado, con lo que se ha expandido la brecha. 

La pobreza también se redujo en la región, de un promedio de 43.8% de la población en 2002 a 28.1% en 2012-13 (CEPAL 2014b). Ello se debió ?como la reducción de la desigualdad? a una combinación de factores internos, como mejores políticas macroeconómicas y estabilidad, y factores externos, tales como bajas tasas de interés, altos precios de las materias primas, infusión de capitales e importaciones de China (World Bank 2014). Pero también a políticas públicas focalizadas, especialmente proporcionando “ingresos no laborales” a los pobres. 

Las estadísticas de pobreza se basan en encuestas de hogares y están afectadas por problemas similares a los ya referidos en la medición de la desigualdad del ingreso. Los países menos desarrollados (salvo México) tienen una pobreza mayor y los mas desarrollados una pobreza menor , pero hay países que con baja desigualdad tienen alta pobreza y viceversa. El Cuadro 2 muestra que, entre los 18 países (tampoco hay estadísticas de pobreza de Cuba(6) y Haití), El Salvador se ordena en el lugar 4 en desigualdad menor pero en lugar 15 en pobreza mayor, Venezuela en 2 y 9 respectivamente, Ecuador 5 y 10, Bolivia 6 y 11, y Nicaragua 8 y 17. Por el contrario, Argentina se coloca en lugar 7 en desigualdad y 1 en pobreza, Chile 10 y 3 respectivamente, Costa Rica 11 y 4, y Brasil 16 y 5. Uruguay se sitúa en 1 y 2 con una tendencia muy larga de reducir ambos indicadores; los países menos desarrollados, salvo los dos indicados, tienen ordenamientos similares (R. Dominicana, Paraguay, Guatemala y Honduras).


Cuadro 2. Ordenamiento de Pobreza y Desigualdad del Ingreso en América Latina, 2012-2013
a 2011. b 2006. c 2009. d 2010.
Fuente: Elaboración del autor basado en CEPAL 2014b y Cuadro 1.

Todos los países con cifras en 2012 y 2013 exhiben una caída en la pobreza, salvo en Venezuela que aumentó 7 puntos porcentuales (de 25.4% a 32.1%) y en Ecuador donde creció 1 punto (de 32.4% a 33.5%) (CEPAL, 2014b). En 2014 se hizo una encuesta por las tres universidades más prestigiosas de Venezuela, siguiendo la misma metodología aplicada en 1998, que estimó la incidencia de pobreza en los hogares en un 48.4% comparada con un 27.3% oficialmente reportado en 2013 (Universidad Católica Andrés Bello y otras 2015).

Políticas 

El 76% de la merma en la desigualdad en América Latina se atribuye a una menor disparidad del ingreso laboral de los ocupados, especialmente entre los más y menos cualificados afectados por la globalización. Los salarios constituyen una parte fundamental de los ingresos, por ello la reducción en su disparidad (por ej., un salario mayor en el sector de servicios) mejora notablemente la distribución. La clase media en expansión ahora abarca entre un 40% y 70% de la población latinoamericana y tiene un efecto positivo en la distribución. La expansión del empleo formal en algunos países, así como la incorporación al empleo y redes mínimas de protección social de grupos étnicos importantes, antes preteridos, han tenido efectos positivos (Bolivia, Ecuador, Perú). 

Cruciales son las políticas sociales impulsadas por el Estado: 1) mejor acceso a la educación especialmente en la primaria y secundaria, y merma en las desigualdades educativas; 2) programas para reducir la pobreza que dan recursos a los más necesitados; 3) por ejemplo, provisión de un “ingreso no laboral”, como las transferencias en efectivo condicionadas (Brasil Bolsa de Familia, Chile Solidario, Ecuador Bono de Desarrollo Humano, El Salvador Comunidades Solidarias Rurales, México Oportunidades, Panamá Red de Oportunidades, Paraguay Abrazo, Perú Juntos, etc.); 4) introducción, extensión o mejora de la pensión asistencial focalizada en los pobres (Argentina, Bolivia ?Renta Dignidad, muy magra pero universal?, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, México, Panamá, Perú y Uruguay); 5) aumento del salario mínimo; 6) expansión del acceso a la salud pública, que reduce el gasto de bolsillo, y mejora de su calidad; y 7) otorgamiento y/o aumento de las pensiones contributivas bajas con aporte fiscal (Argentina, Chile, Uruguay). Para más detalles, véase en esta compilación los artículos de Martínez/Sánchez-Ancochea y de Barrientos.

Es importante también mejorar la estructura impositiva con una reforma tributaria que incluya el impuesto progresivo a la renta (cuya tasa aumenta según el ingreso), así como un impuesto progresivo a la herencia, además de usar parte de dichos recursos para financiar políticas sociales(7). Otro elemento positivo ha sido la participación mayor de la mujer y los jóvenes en el mercado de trabajo. Por último, la recepción de remesas externas por grupos de bajo ingreso ha mejorado la distribución en algunos países como El Salvador (CEPAL 2012, 2013; Muñoz 13; ODCE 2014). 

En los EEUU, Barack Obama (2015) acaba de presentar un plan para reducir la desigualdad en el ingreso: aumento del salario mínimo, educación superior gratis en universidades comunitarias, subsidios fiscales para acceso a guarderías infantiles, salario igual a la mujer por el trabajo igual al del hombre, abono de 7 días por enfermedad del trabajador, reducción de impuesto a la clase media y baja, recalificación de trabajadores en ocupaciones nuevas, y aumento de impuestos al 1% más rico de la población y a las corporaciones con gran inversión foránea para financiar estas políticas. En enero, Obama sometió su proyecto de presupuesto al Congreso proponiendo medidas concretas para reducir la desigualdad, pero el control de ambas cámaras por los republicanos será un obstáculo muy fuerte.

Conclusión

América Latina logró avances importantes en disminuir la desigualdad del ingreso hasta al menos el año 2012. Debido a la desaceleración económica de China, la crisis persistente en Europa, los problemas en Rusia, la caída en precios de materia prima y el potencial aumento de las tasas de interés, combinados con políticas económicas inadecuadas en varios países, cambia el panorama en 2014-15. La desaceleración en América Latina, particularmente en 2014(8), combinada con serios problemas económicos en países como Argentina (-0.2% de crecimiento), Brasil (0.2%) y Venezuela (-3%) pueden afectar los avances (CEPAL 2014c; World Bank 2014). Ya en 2012-2013 ocurrió un incremento de la desigualdad en Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, R. Dominicana y Venezuela. Es fundamental proteger los avances hechos en mejorar la distribución del ingreso y la vida de millones de latinoamericanos aplicando políticas económico-sociales adecuadas, pues se ha demostrado que una menor desigualdad en la distribución fomenta el crecimiento económico y el bienestar social. En este sentido es crucial la sostenibilidad financiera a largo plazo de programas sociales redistributivos; no basta con introducir los programas, hay que proveer fuentes para sostenerlos en el largo plazo.

Notas:


  1. La distribución del gasto es menos desigual que la del ingreso debido al papel del Estado en el gasto social.
  2. Solo hay estimados gruesos del coeficiente Gini cubano hechos por economistas extranjeros que muestran que aumentó 64% entre 1989 y 1999, de 0.250 a 0.407; aun así el último sería el más bajo de la región (ver Cuadro 1). Pero este cálculo se basó solo en el ingreso en pesos nacionales (CUP) y excluyó el ingreso en pesos convertibles (CUC), por lo que de incluirse este sería mayor. La desigualdad aumentó en el siglo XXI (Mesa-Lago, 2012).
  3. Otros índices de desigualdad son los de Atkinson y Theil, pero decidí no incluirlos para no complicar el artículo; los resultados de estos dos son relativamente similares a los del Gini (CEPAL 2013).
  4. Las cifras de 2011-13 no son comparables con las de años previos, pero la desigualdad venía creciendo desde los años 90, retrocediendo en los notables avances hechos, así Costa Rica cayó del país menos desigual al onceno.
  5. El promedio de la ODCE era 0.316 a fines de la década de 2000, menor al Gini de Uruguay (0.397), el más bajo en la región, y muy inferior al promedio de América Latina (0.520). Entre los 34 países, Chile fue el único que redujo la desigualdad pero, aun así, era el más alto en ODCE (2014).
  6. De acuerdo con encuestas realizadas en Cuba, la población urbana en “riesgo de pobreza” aumentó de 6.6% en 1988 a 20% en 1999; no hay cifras posteriores, pero múltiples indicadores muestran un incremento en el siglo XXI (Mesa-Lago 2012; véase entrevista a Mayra Espina).
  7. Chile acaba de pasar una reforma tributaria que debe reducir la desigualdad a la par que estudia reformas educativas y de pensiones para mermar la desigualdad y la pobreza.
  8. Por primera vez en los últimos diez años, América Latina creció a un ritmo inferior al de OCDE; en 2014 y 2015 apunta en la misma dirección. Los organismos financieros internacionales proyectan que la región crecerá un 2.2%, inferior al 4-5% del decenio anterior (González 2015).


Bibliografía

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Panorama Social de América Latina 2011, 2012, 2013, 2014 (Santiago de Chile: 2012, 2013, 2014a, 2014b).

______, Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2014 (Santiago de Chile, diciembre 2014c).

González, Alicia, “El Eterno Lastre de la Desigualdad”, El País, 1 febrero, 2015.

Krugman, Paul, “Liberty, equality and efficiency”, The New York Times, 9 marzo, 2014 

Mesa-Lago, Carmelo, Buscando un Modelo Económico en América Latina ¿Mercado, Socialista o Mixto. Chile, Cuba y Costa Rica (Caracas: Nueva Sociedad, 2002).

______, Cuba en la Era de Raúl Castro: Reformas Económico-Sociales y sus Efectos (Madrid: Editorial Colibrí, 2012. 

Muñoz, Heraldo, “Lecciones de la Región más Desigual del Mundo”, Nueva York, Presentación a la Sesión sobre Desigualdad en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 10 julio 2013.

Obama, Barack, State of the Union Address, US Congress, Washington DC, 20 enero 2015.

Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (ODCE), Inequality and Growth (Paris: 2014).

Stiglitz, Joseph, The Price of Inequality: How Today’s Divided Society Endangers our Future
(New York: Norton & Company, 2012).

Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar y Laboratorio en Ciencias Sociales, Análisis de Condiciones de Vida de la Población Venezolana 2014 (Caracas: 2015).

World Bank, Inequality in a Lower Growth Latin America (Washington DC: LAC, 2014). La versión en castellano, Desigualdad en una América Latina con Menor Crecimiento, aún no estaba disponible cuando se terminó este artículo pero hay resumen en el Internet.